La vida espiritual es una maratón, no una carrera de velocidad.



En días anteriores hemos visto que Salomón es el autor del libro de Eclesiastés donde escribe haciendo referencia de un matón. En un maratón las personas van corriendo a su paso, hay una meta en común, pero no se trata solo de ganar, porque al final el propósito es correr y llegar a la meta. Un maratón no es una carrera de velocidad sino de resistencia con una meta en común.

Salomón se expresa diciendo: “También fui testigo de otras injusticias que tiene esta vida: el que corre más rápido no siempre gana la carrera; el ejército más poderoso no siempre gana la batalla; el más sabio no siempre consigue dejar de ser pobre; el más astuto no siempre consigue hacerse rico y una persona educada no siempre recibe la recompensa que merece. Todos tienen sus buenos y malos tiempos. Nadie sabe qué le irá a pasar. Sucede como el pez que está atrapado en una red sin saber qué será de él, o como el pájaro que ha caído en una trampa sin saber qué va a pasar con él. Es lo mismo con la gente, queda atrapada en los momentos difíciles que le llegan de repente.” (Eclesiastés 9:11-12 PDT); si nos ponemos a pensar, entonces que te hace llegar a la meta, que te hace terminar ese maratón si antes, durante y al final puede ocurrir algo repentino que tal vez no te permita concluir.

En esta temporada nos tocó correr con un virus mucho más pequeño que una semilla de mostaza (Mt. 17:20), si un virus ha puesto a temblar a todo un planeta ¿Qué podría hacer un grano de mostaza?, la fe no es una varita mágica que concede deseos sino la certeza de que las cosas repentinas que pasan en la vida las podemos enfrentar (He. 11:1). Creo que la fe es de las herramientas más importantes que el entrenador (Dios) le da a un maratonista, es como su toalla, algo tan insignificante que puede limpiar el sudor, las lágrimas, los raspones con sangre, servir como curita o morderla cuando ya se están acabando las fuerzas de seguir.

No te desanime, no llevas prisa, la meta seguirá ahí hasta el final de la carrera, es necesario que crezcamos en fe para enfrentar las cosas repentinas que llegan. La primera herramienta es la fe como dice Pablo a Timoteo “he luchado por obedecer a Dios en todo, y lo he logrado; he llegado a la meta, y en ningún momento he dejado la fe en Dios.” (2 Timoteo 4:7 TLA).

Por último, como dice Augustus Nicodemus: “Dios permite el sufrimiento (cosas repentinas) en la vida de sus hijos (maratonistas) para que se acuerden que el cielo no está aquí”.  

Reflexión:

¿De qué manera nutres la fe?

¿Qué haces cuando te has cansado de continuar el maratón?

Aplicación:

El cansancio en un maratón no define si llegas a la meta, pero que estás haciendo para vencerlo en medio de esta situación que llego repentina y que muchos de nosotros no estábamos preparados.  


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